Los problemas de nuestra profesión han sido ampliamente comentados en redes sociales:
- Masificación en las facultades (se forman más veterinarios en España que entre Francia y Alemania juntas), con el consecuente paro en el sector, la huída de los veterinarios recién licenciados fuera de España, etc.
- Sueldos mileuristas los más afortunados y así, no es infrecuente encontrar veterinarios con experiencia con jornadas de más de 12 horas, con urgencias y sueldos de menos de 800 € y trabajando muy lejos de su casa.
- Trato vejatorio por parte de la administración al cambiarnos de grupo profesional al no considerarnos profesionales sanitarios, lo que les ha permitido aplicar un 21% en nuestros servicios. Debemos recordar que el resto de los profesionales sanitarios están exentos de IVA, por lo que con más razón debieran estarlo los servicios veterinarios al no contar con un servicio público que garantice la asistencia sanitaria de los animales.
- Intrusismo: profesionales ajenos a nuestra profesión realizan actos clínicos sin la formación ni autorización correspondientes: dentistas, adiestradores, criadores, comerciales de medicamentos, etc. Esto se debe en algunos casos (pero no en todos) al paro en algunas de estas profesiones, lo que les obliga (pero no jsutifica) a realizar estas ilegalidades.
- Falta de corporativismo, lo que ha generado múltiples problemas como competencia desleal, que no se puedan tomar decisiones en favor de la profesión por intereses personales o partidistas, etc.
En julio del 2017 nuestro compañero de profesión Nacho Mérida publicó un vídeo corto sobre algunos de los males de nuestra profesión: Síndrome de Burn Out, fatiga por compasión, depresión...
os dejamos enlace al mismo y os animamos a seguir sus publicaciones.
En la "fatiga por compasión" o "desgaste por empatía" se observa como los profesionales de la salud que trabajan con personas o animales que sufren o padecen, con el paso del tiempo llegan a experimentar de forma indirecta los efectos del trauma que padecen los pacientes que tienen bajo sus cuidados. Un factor crítico es la capacidad de empatizar con nuestros pacientes, lo cual es maravilloso en algunos casos pero es un lastre emocional con efectos acumulativos.
Pero como bien dice Nacho, la fatiga por compasión en medicina humana y veterinaria son distintas ya que en el segundo caso nos vemos en la tesitura de tomar las decisiones más apropiadas para nuestro paciente porque sus responsables (sustituyo conscientemente el término propietario por responsable) no pueden o no quieren tomarlas y nos vemos obligados muchas veces a tomar una decisión como si fuésemos los verdaderos responsables del animal y luego enjuiciados por los mismos que no quieren tomar esa decisión por haber tomado una decisión a su juicio incorrecta.
El objeto de este post es poner algunos ejemplos habituales en la práctica de la clínica veterinaria y dar visibilidad a este problema, de forma que si lo lee algún responsable de una mascota y la lleva alguna vez a un veterinario tenga la suficiente responsabilidad y respeto que se merecen nuestros pacientes (los animales que traen a la consulta) y el personal veterinario (veterinarios y personal auxiliar), los cuales buscan lo mejor para sus pacientes muy a pesar en algunas ocasiones de sus propietarios.
Caso 1:
Estamos en horario de urgencia atendiendo un cachorro con diarrea hemorrágica, muy deshidratado y en estado comatoso. De repente entra una persona gritando porque su perro está convulsionando. Después de hacer una valoración rápida comprobamos que el perro entra por su propio pie y se pone a correr y explorar la sale de espera, por lo que le indicamos que estamos atendiendo a otro paciente, y que puede esperar su turno en la sala de espera. De repente se pone a gritar: ¡no puede ser, voy a llamar a la policía!, que la tenemos que atender de inmediato. Se le explica que no necesita una atención inmediata y que estamos con un paciente más grave. Nos recrimina que es por un defecto físico que tiene (es un defecto físico muy evidente al tratarse de una persona con acondroplasia), que es una discriminación y que nos va a denunciar, momento en el cual instamos a esperar tranquilamente en la sala de espera o a abandonar el centro y le damos la dirección y teléfono de otros centros que la pueden atender de urgencias al considerar totalmente inapropiada su forma de actuar y de tratar al personal.
Finalmente se explora al animal y a pesar de llevar años diagnosticada por un proceso neurológico, el animal no sigue el tratamiento pautado por el especialista por considerarlo innecesario y no dispone de un historial con las pruebas ni tratamientos.
Caso 2:
Llega (sin cita) una persona con un perro con un supuesto proceso hepático tras haber consultado en varios centros anteriormente para pedir una segunda opinión (una verdad incómoda da lugar a la búsqueda de una solución milagrosa y es un peligro si acude a una personal sin escrúpulos). A los veinte minutos (a pesar de no estar citado) se realiza la exploración clínica y se realiza una extracción de sangre y se realiza una analítica de sangre, debiendo esperar 10-15 minutos por el resultado. A los 5 minutos de estar esperando nos comunican que quieren una hoja de reclamaciones porque tienen cosas que hacer y no pueden esperar. Se les entrega la hoja de reclamaciones y se les indica el importe del servicio, pero dado que no tienen los resultados no quieren pagar. Se les insta a esperar para recibirlos o pagarlos igualmente ya que se realizó el servicio que solicitaron, prefiriendo abonar el importe e irse.
Es relativamente habitual la impaciencia de muchos clientes cuando están esperando con sus mascotas por un resultado, algo incomprensible cuando en el sistema de salud pública deben esperar días, semanas, meses o incluso años por poder consultar con un especialista o para realizar alguna prueba; mientras que en la mayor parte de los centros veterinarios la espera es de horas o días.
También es frecuente que lleguen clientes a consultar problemas complejos que requieren una consulta larga, pruebas y un seguimiento y nos dicen que tienen 20 minutos que luego tienen una cita (gimnasio, peluquería...) o que están mal aparcados, eso sí, quieren una solución rápida, barata y definitiva.
Caso 3:
Este es un ejemplo que vemos a diario, paciente con un proceso crónico leve tratable pero no curable y un propietario que considera la eutanasia como la mejor opción y que hace la pregunta "¿qué haría si fuera suyo?". La respuesta es sencilla, tratar a mi mascota como si fuera uno más de la familia, ¿se plantea eutanasiar a un hijo o su pareja por una alergia o un problema de ansiedad?. Es evidente que este tipo de cliente quiere evitar la carga (económica, emocional, de tiempo) de tener un animal enfermo en casa, con el agravante que quiere que sea el veterinario la mano ejecutora y el que tome esa decisión por él. No obstante, el veterinario tiene como objetivo salvar vidas y no matar a un paciente con un proceso tratable por deseo del propietario.
Los profesionales veterinarios tenemos la suerte de poder aplicar la eutanasia en nuestras mascotas pero debe aplicarse con responsabilidad y en aquellos casos que por dolor o sufrimiento sea la mejor alternativa para nuestros pacientes.
Caso 4:
Paciente de 2 kg con vómitos con sangre de 3 días de evolución (eso mínimo después de hablar con los responsables), comió huesos, le dieron paracetamol (más o menos medio comprimido) y como no mejoró otra medicación que estaba en el botiquín pero que no se acuerdan del nombre. Llaman al servicio de urgencia en fin de semana a las 05:00 porque creen que ya no puede demorarse más. Se realiza una radiografía confirmando una obstrucción por huesos y posiblemente úlceras gastrointestinales por el empleo de paracetamol. Dada la gravedad del caso se recomienda su ingreso pero por el elevado coste (culpa en parte de llevar 5 días en ese estado y de automedicar a su mascota, pero como hay que ser políticamente correcto eso lo obviamos o lo maquillamos) exigen garantías de que el animal quedará bien o no pagar si fallece, sino prefieren eutanasiarlo.
Sea como fuere la culpa es del veterinario: 1ª porque el servicio de urgencias es muy caro (podían traerlo en horario normal 3 días antes y no automedicarlo, que posiblemente sea lo más peligroso en este animal y no darle huesos como posiblemente le haya indicado su veterinario habitual), 2º porque el veterinario no puede darle garantías de que su mascota se pueda curar, 3º porque si su mascota fallece "por culpa del veterinario" (que fue el que provocó todo el problema) encima le quiere cobrar (y más por ser nochebuena y las 05:00), 4º por no inmuntarse cuando lo chantajeo con eutanasiar a mi perro y siendo un trabajo vocacional, solo por eso debiera hacerlo gratis.
Aunque pueda parecer una broma no lo es, casos como este son frecuentes, en los cuales los responsables del paciente lo tratan como un electrodoméstico, un objeto intercambiable, de forma que si no tienen garantías de que se cure y quede perfecto a un precio asequible y sin un coste personal elevado la mejor opción es eutanasiarlo y comprar un sustituto.
Caso 5:
Paciente con vómitos de 24 horas de evolución. Se explora y dado que no hay alteraciones evidentes en la misma se trata como una gastroenteritis aguda. En un sistema de salud racional no se somete a todos los pacientes a pruebas innecesarias (un sistema de salud en el cual hiciéramos un TAC o una analítica completa a todos los pacientes con un cuadro de tos de 24 horas de evolución y sin alteraciones en la exploración colapsaría el sistema por el gasto), reservando las pruebas en muchos a casos a pacientes con alteraciones en la exploración o aquellos con un cuadro que persiste o empeora en el tiempo. Es habitual ir al centro de salud con un proceso febril y volver casa sin tratamiento (posiblemente un proceso vírico), volvemos a revisar un par de días después y volvemos sin tratamiento; aún con todo hay gente que se molesta mucho por salir del médico sin tratamiento (sobre todo cuando hablamos del abuso de antibióticos), pero es lo más razonable en muchos casos.
En este caso se recomienda revisar y hacer pruebas si persiste el cuadro.
Van a pedir una segunda opinión en otro centro y determinan que tiene un fallo renal, el cual genera el cuadro digestivo (una complicación habitual en estos procesos), lo cual se habría visto en un primer momento si se hubieran realizado en un primer momento o en la revisión, posiblemente no cambiando el pronóstico.
Aquí tenemos dos puntos de vista en función del resultado:
1) ¿Qué pasaría si realizamos una batería de pruebas: analítica, radiografía... y el paciente no tiene nada (una gastroenteritis aguda que remite en unos días con unas sencillas pautas)?, si el responsable del animal es una persona que confía en su veterinario posiblemente nada pero en muchos casos la percepción del responsable es que el veterinario hizo todo lo posible por "robarle" dinero sin necesidad (puede ocurrir en muchas otras situaciones, por ejemplo cuando se realiza una cesárea ya que el responsable del animal no sabe si realmente es necesario o se hace por evitar atenderla fuera de horas o por cobrar la cirugía; este ejemplo ocurre también en medicina humana y así, no es infrecuente escuchar como muchas mujeres dicen que les realizaron la cesárea sin necesidad, para evitar ir fuera de horas -sobre todo en navidades -, pero dudo mucho que ningún profesional sanitario en nuestro país tome estas decisiones de esta forma y de existir algún caso serán muy infrecuentes).
2) En el mismo caso, ¿Qué pasaría si no realizamos una batería de pruebas pero en la exploración el animal aparentemente está bien?. Es evidente que no es una negligencia, a priori parece la opción más razonable siempre y cuando si hay un empeoramiento el propietario acuda a revisar y hacer las pruebas oportunas (lo cual es decisión del propietario y no tenemos poder de decidir por él). Es la opción más razonable en la mayor parte de los casos pero pueden ocurrir dos cosas.
a) El responsable cree que es una forma de volver a cobrar la revisión además de las pruebas.
b) Si el paciente presenta un proceso grave pero que está empezando es posible que culpen al veterinario del proceso que presenta el paciente, en lugar de agradecer el seguimiento y hacer un uso razonable de la medicina. Es curioso porque en medicina humana no es habitual que se haga un seguimiento telefónico y personalizado de los pacientes, mientras que en veterinaria es relativamente habitual que llamemos para preocuparnos por nuestros pacientes y hacer un seguimiento, como si fuéramos nosotros los reponsables del animal (debiera ser el responsable del animal el que debiera llamar y comunicarnos cualquier cambio en su estado y no estar nosotros pendientes dado el elevado número de pacientes que tenemos no podemos tener a todos en la cabeza de forma permanente).
c) Qué el propietario no acuda a la revisión o la demore, pero que luego el responsable sea el veterinario por no haber realizado las pruebas en un primer momento.
Como siempre el culpable es el veterinario. Es un problema habitual, el ser humano es el ombligo del mundo para todo menos para asumir responsabilidades, pero el veterinario no es el único afectado sino también nuestras mascotas. En consulta de etología lo vemos a diario, viene un perro de raza yorkshire terrier porque ladra cuando suena el timbre y vienen visitas, pero lleva haciéndolo 3 años y ahora los ha denunciado un vecino. En este caso este tipo de conducta es algo esperable en gran parte de los perros, pero más si cabe en esta raza, además el problema no es actual sino que lleva 3 años y quieren una solución rápida. Debemos entender primero que no es un problema médico sino de aprendizaje (se ha reforzado una conducta que es probable que ocurra de forma natural y se ha reforzado durante años). En este caso concreto el perro es visto como el culpable y así lo han tratado, le han puesto un collar de descargas, le han castigado verbal y físicamente, lo han recluido en una habitación para que molestara menos y ahora buscan ayuda médica, posiblemente para "drogarlo", eutanasiarlo o buscarle otro hogar. por desgracia una conducta como esta con un historial de refuerzo de años requiere mucho trabajo pero no hay una solución médica inmediata y milagrosa, más si cabe con todos los agravantes comentados, la pregunta que surje es ¿Cómo le digo sin que le moleste al responsable que ha estado maltratando a su mascota, que ha elegido mal la raza, que no lo ha sabido educar, que no le ha dado la actividad física necesaria...?, en resumen, que el problema no es de su mascota, que el problema lo ha generado el y que la solución conlleva tiempo y trabajo (por su evolución es poco probable que solucione el problema).
Caso 6:
Paciente con secreción anormal vulvar (verdosa). Se trata de una perra de 7 años preñada, según el propietario salida de cuentas, con dos cachorros. En la ecografía se aprecia un desprendimiento de 1 cm de placenta, sin secreción actual en vulva, cachorros vivos y sin sufrimiento fetal, no presenta contracciones y la perra está alerta. Dado que los propietarios tienen experiencia en partos y que la perra tuvo dos partos previos normales se opta por observarla en casa y quedamos con ellos el hacer seguimiento en las próximas horas o de madrugada si hubiera alguna complicación.
Se llama horas después para ver como está y nos comunican que calcularon mal y que sale de cuentas en una semana; no obstante recomendamos hacer un seguimiento y valorar el sufrimiento fetal por si hubiera que programar una cesárea o plantear alguna medida terapéutica.
Tras una semana interesándonos por el estado de la perra nos comunican que fueron a otro centro y que los cachorros estaba muertos y tuvieron que vaciar a la perra, que según el veterinario que la había atendido había que operarla antes y no le falta razón, pero no por insistir. En lugar de echarse la culpa por no hacer el seguimiento (algo similar a cuando a las embarazadas la pasan a monitores) y poder determinar la necesidad y momento de realizar la cesárea echan al culpa al veterinario por no operarla en un primer momento (de haberla operado la habría realizado apresuradamente por cobrar la cirugía).
Es frecuente escuchar en consulta quejas de los responsables de otros veterinarios, por su actuación, precio..., a lo que debemos intentar no contestar ya que en muchas ocasiones existe una mala comunicación, bien porque el cliente entiende lo que quiere entender, porque no entiende lo que el veterinario le está explicando (por la terminología médica, por una mala o rápida explicación), de forma que muchas veces el mensaje inicial está totalmente adulterado y no es fiable.
Caso 7:
Paciente de 7 años con cuadro de convulsiones desde hace un año, cada vez más frecuentes y de más intensidad. Se recomendó en las visitas previas realizar un TAC por la probabilidad de existir un proceso tumoral intracraneal de base. En esta visita viene por dolor en el tercio posterior y alteración en la marcha, por lo que se explora y se decide realizar pruebas de imagen. 24 horas después vuelve con un cuadro generalizado de convulsiones, queda ingresado con un seguimiento permanente en UCI bajo sedación sin respuesta al tratamiento médico, muriendo al cabo de 48 horas. La propietaria achaca a la sedación el fallecimiento del animal y responsabiliza al veterinario del fallecimiento del animal, el cual debió sedarse sin toda la información por falta de pruebas que los propietarios no quisieron realizar.
Caso 8:
Hay múltiples patologías que requieren cuidados y tratamientos costosos y muy tediosos, por ejemplo pacientes tras una cirugía de columna u ortopédica, los cuales requieren un confinamiento estricto, tratamientos y curas por tiempo prolongado e incluso en algunos casos sondajes o fisioterapia durante largos periodos de tiempo. Si el propietario no entiende todo esto es probable que fracase el tratamiento y se responsabilice directamente al veterinario, por lo que debe quedar muy claro antes de la cirugía. En la actualidad se realizan con más frecuencia documentos donde el responsable del animal firma que ha leído las instrucciones y las seguirá escrupulosamente, lo que intenta dar esa responsabilidad al responsable del paciente.
Es habitual encontrar en consulta animales intervenidos de una fractura y que deben estar sometidos a confinamiento y que vienen tras unas semanas con la extremidad deformada, bien porque los implantes se han roto o se han doblado, achacándolo en múltiples ocasiones a que estaban mal puestos o se rompieron porque eran defectuosos (a pesar de las radiografías postcirugía onde se puede comprobar la posición de los implantes). La mayor parte de estos implantes son de acero u otros materiales extremadamente resistentes y con un control de calidad minucioso, de forma que en su mayor parte los problemas se deben a un incumplimiento por parte de los responsables del animal (mala limpieza de la incisión, no se realiza un confinamiento y restricción dela actividad, no seguir las pautas). Evidentemente no podemos estar 24 horas pendientes en su domicilio y debemos fiarnos que siguen las instrucciones, pero no podemos hacernos responsables de lo que hagan una vez sale del centro.
En estos casos es habitual que el responsable del animal, habida cuenta del coste normalmente elevado de estas intervenciones, intente evitar su responsabilidad en un intento de conseguir la reintervención gratuita.
Hay otras patologías que requieren tratamientos tediosos y así, el tratamiento postquirúrgico de la cirugía de cataratas o de úlceras corneales complicadas (por ejemplo las úlceras melting) hacen fundamental la colaboración del animal y de sus responsables, los cuales deberán aplicar el tratamiento cada hora durante días, lo que hace complicado su cumplimiento y puede ocasionar la pérdida del ojo afectado. En ocasiones el propietario quiere realizar el tratamiento pero no puede asumir el coste o las pautas y podemos modificar las recomendaciones aún a riesgo de reducir la probabilidad de éxito, debiendo el responsable de la mascotas entender este punto, que el tratamiento que le indicamos no es el ideal porque no puede cumplirlo en su totalidad, de forma que la responsabilidad de su evolución no es del clínico sino de su responsable. En algunas cirugías ortopédicas ocurre lo mismo, hay varias técnicas, algunas con un menor coste pero con una tasa de complicaciones mayor y menor éxito y el propietario debe entenderlo y asumir ese riesgo porque en ocasiones estas técnicas implican reinternvenciones o tratamientos que a la larga pueden salir más caros que una técnica más compleja de inicio.
Caso 9:
En ocasiones atendemos pacientes que vienen a pedir una segunda opinión o revisamos un paciente con una patología crónica (por ejemplo una alergia, un cushing, una diabetes...), que buscan una segunda opinión. Muchas veces decimos verdades incómodas (por ejemplo que una enfermedad no tiene cura) y buscan alguien que les diga u ofrezca una solución milagrosa. Por desgracia, también dentro de nuestra profesión encontramos muchos compañeros que se dedican a ganar clientes a base de mentiras (vendedores de humo) y así, es habitual encontrar pacientes que han pasado por varios centros y han recibido el mismo tratamiento (muchas veces correcto) pero se lo han cambiado por otro igual pero con un nombre distinto. Es como si se sintieran incómodos por decirle a los clientes que no tienen que modificar el tratamiento, que es correcto y pueden seguir con las pautas indicadas por otro compañero. Desconozco si lo hacen para que no se vayan con las manos vacías, por ganar ese cliente y dejar mal a un compañero, por el dinero que le reportara la venta... También es frecuente encontrar pacientes con tratamientos innecesarios, no debiera ser incómodo para el clínico ni para el responsable de una mascota entender que muchas enfermedades no precisan tratamiento y así, un proceso gripal en humana o perros (parainflueza) no precisa tratamiento salvo aquel que pueda aliviar los síntomas, pero no son precisos por ejemplo antibióticos (aunque insista el responsable del animal, salvo que se complique en días sucesivos con un proceso bacteriano), lo cual si se consideraría una mala praxis y un riesgo de cara la salud pública, o el empleo de placebos para conseguir que el cliente salga contento de consulta y no se vaya con las manos vacías (existen compañeros a los cuales les cuesta cobrar por dar un servicio sin que el paciente se vaya a casa medicado y peor, aún, hay personas y responsables de animales que se ofenden si nos llevan medicación).
Caso 10:
Los fallos de comunicación son muy habituales, pero mucho más cuando la persona que trae al animal no es el responsable habitual, bien porque trabaja y no puede acercarlo, porque esté de viaje o por otros motivos indeterminados. En estos casos la información que recibe el encargado temporal del animal y que luego nos reporta el responsable del mismo muchas veces no tiene nada que ver (me dijeron que tosía, pero no se desde cuando ni como es la tos y luego resulta que lo que no podía era tragar...).
Por ejemplo, el marido de una clienta viene con el pero que se rasca, en base a la exploración se sospecha de un proceso alérgico pero no se descarta una posible sarna sarcóptica, la cual se trata igualmente con un producto antiparasitario de amplio espectro, indicándole que aunque no se confirma que se trate de eso se trata igualmente como medida preventiva. Pasados unos días (se ve que ese día no leyó el informe que iba por escrito) nos llama alarmada su mujer indicando que si era una sarna porque no se había tratado, que era un riesgo para su salud, que fue a otro veterinario a tratar la sarna. Lo triste es que ese compañero lo volvió a tratar, con un producto de otro laboratorio pero de las mismas características, de forma innecesaria unos días después, ya que no necesitaba tratamiento (como se le dice sin que se lo tomen a mal que le han tomado el pelo, lo más probable es que crean que lo decimos por despecho; lo mejor en esta situación y dada la falta de confianza es que sea otro centro el que lleve su seguimiento ya que es un cliente potencialmente muy conflictivo). La duda es si ellos le indicaron el tratamiento que le habíamos administrado o por contra, si ocultaron la información, algo muy habitual por otra parte (muchos clientes no saben - lo cual es triste, que no sepan que tiene o que le están administrando a su mascota - o no quieren decir - por vergüenza, miedo...- donde los atendieron o que tratamientos han recibido, lo que hace que en muchas ocasiones que esa información podría ahorrar muchas pruebas y tiempo, volvamos a empezar todo desde el principio y se repitan las pruebas, los gastos y se pierda mucho tiempo y paciencia por el camino). Un ejemplo muy claro es la realización de dietas de eliminación en problemas alérgicos, ya que muchas personas han realizado dietas, pero no saben cuales, normalmente las mezclan con otros productos (de forma que no son de utilidad diagnóstico ni terapéutica) y debe volver a insistirse en realizarlas a pesar de las reticencias de los responsables ya que sin saber la respuesta a esas dietas no se puede descartar una posible alergia alimentaria y podemos tratar de forma innecesaria a su mascota durante años.
En ocasiones ni siquiera es un familiar el que trae a la mascota sino un vecino, el cual no sabe ni el nombre de la misma, de forma que no hay forma de tener ningún tipo de información.
En las peluquerías caninas es habitual que traiga una mascota a cortar el pelo una persona con poco interés sobre el resultado de la misma y cuando les preguntan como quieren la respuesta suele ser corto y cuando viene su responsable habitual, ¡sorpresa!, ¡muy largo, muy corto,...! pero la culpa es del peluquer@, aún cuando el que lo dejó dejara indicaciones y luego en casa se desdice (yo no dije nada). A veces vienen 2-3 semanas tras el corte de pelo para ver si pueden hacer arreglos porque no era lo que querían.
Caso 11:
Si nos remitimos a unos miles de años atrás, la medicina veterinaria y humana formaban una misma ciencia y fué con posterioridad cuando la medicina humana se independizó como tal. En la actualidad dentro de la medicina veterinaria ocurre lo mismo y cada vez estamos mas especializados, no sólo por especie sino por especialidades, de forma similar a lo que ocurre en medicina humana.
Cada vez es más frecuente trabajar con cita previa y contar con personal altamente especializado. A pesar de ello es muy habitual que entre alguién por la puerta con un reptil y pregunte por el veterinario (sin pedir cita por supuesto) y cuando se le indica que ese día no pasa consulta el especialista en reptiles dice "pero no es veterinario", claro que si, pero no puede saber de 30 especies y de todas las especialidades médicas, al menos si quiere que lo atiendan de forma adecuada o acaso ¿si tienen que operarle un tumor en cabeza iría a visitar al cardiólogo o al proctólogo?, seguro que no, aunque se trate de la misma especie (la cabeza y el corazón de un ser humano).
Caso 12:
El sobrepeso es una lacra de este siglo, no sólo en humanos sino también en mascotas. Es un factor de riesgo para el desarrollo de múltiples problemas de salud: diabetes, artrosis, etc.
En nuestras consultas es habitual encontrar mascotas con sobrepeso, de todas las especies y un culpable común, la castración. Es evidente que un animal castrado es más eficiente y engorda con más facilidad, pero es igualmente cierto que la vida sedentaria y los desequilibrios nutricionales asociados al picoteo y dietas inadecuadas influyen igualmente en la mayor parte de los casos.
Nuevamente, buscamos un culpable ajeno pare que nuestra conciencia nos permita dormir tranquilos y el veterinario parece ser el que está más a mano.
Lo sorprendente es que la salud mental de los profesionales de medicina veterinaria (veterinarios, auxiliares, administrativos, peluqueros, etc) no esté muchos mas deteriorada de lo que aparentemente está.
La moraleja, si tiene aprecio por su mascota:
- Busque un veterinario de confianza y hable con calma sobre lo que le pasa y de los posibles tratamientos. Si no cuenta con conocimientos o equipos le indicará quién le puede ayudar y le facilitará toda la información necesaria para poder remitir en caso con garantías.
- No negocie el tratamiento, su veterinario le ofrecerá el más adecuado, pero regatear el tratamiento sólo conlleva aumentarlos riesgo y reducir el éxito del mismo y la responsabilidad ya no será del veterinario sino del responsable del animal.
- No automedique a su mascota.
- No le oculte información a su veterinario: medicación que haya tomado, si dispone de pruebas de otros veterinarios... ya que puede poner en riesgo su salud.
- Cumpla los tratamientos y pautas que le indiquen los facultativos y si tiene alguna duda consúltela.
- Respete a todos los profesionales sanitarios, de medicina humana o animal, su trabajo es vocacional y estamos para servirles pero no para recibir insultos o menosprecios.
- Asuma sus limitaciones y responsabilidad en los procesos que pueden afectar a sus mascotas y actúe en consecuencia.
- La medicina preventiva es nuestra mejor herramienta, aprovéchela.
- El veterinario también es humano y se puede equivocar. Tratamos todos los días pacientes que depositan su confianza y su vida en nuestras manos y eso es una gran responsabilidad y un error puede ser crítico, por ello la colaboración de todos es esencial para que nuestro trabajo sea más fácil, menos estresante y podamos ser más eficientes.